Carregant el Bloc...

dimecres, 23 de juliol del 2008

El Bardo y Ken (2000) { I.- La Comedia }





Los entendidos en la obra de William Shakespeare no se ponen de acuerdo respecto a la fecha en que fue escrita la que se considera normalmente como la primera de sus comedias, Love's Labour's Lost.

Parece claro que se representó ante la corte en las fiestas navideñas del año 1597, como consta en la portada que podemos ver reproducida a la izquierda, pero muchos aseguran que data de 1591, cuando todavía el Bardo no se había preocupado ni mucho ni poco de guardar sus manuscritos y recopilarlos en una edición; lo frecuente era que escribiera los diálogos entregando a cada actor su parte.

Sea como fuere, esa comedia es probablemente una de las menos representadas de todas las que Shakespeare escribiera. Y no porque su calidad sea menor ni en lo que respecta a la forma en que está escrita ni en el interés que despierta su trama: la dificultad proviene de su actualidad o mejor dicho, de su falta de eternidad relativa a los muchos chistes que contiene, en giros hoy inexplicados e inexplicables, sólo inteligibles por los espectadores de la época, ya que en el habitual juego de palabras que Shakespeare usa en sus comedias, recala frecuentemente, por lo que dicen los expertos, en alusiones a personajes que en 1591 era públicos y notorios y hoy nos pasan desapercibidos.

Compuesta de cinco actos, su lectura resulta estimulante y árida a un tiempo debiendo achacar la dificultad a lo expuesto. Sin embargo el tratamiento que el Bardo da a sus personajes no deja de sorprender por su modernidad: presentándose la trama en el entorno del Reino de Navarra, comparecerán el rey Fernando de Navarra y tres caballeros que forman parte de su séquito; pronto, aparecerán la Princesa de Francia y sus tres damas de compañía. Nada de moderno tiene el entorno de la obra, por supuesto: la presentación de los hechos como ocurridos en corte extranjera permitirá sus licencias y causará en el público el efecto de atención buscado, el mismo que ahora se produce por las revistas del corazón. Hay cosas que no han cambiado. Los debates amorosos de la gente famosa ya suscitaban atención hace siglos. Completarán el grupo de personajes los habituales representantes de la clase media y baja, con individuos un punto grotescos cuyas ínfulas, parejas a su ignorancia, harán las delicias del público provocando la risa.

La modernidad se refiere a la forma en que los personajes femeninos están construídos, mujeres bellas dotadas de inteligencia y valor para soportar chanzas a su costa e ingenio agudo para devolver el golpe sin compasión, aún a costa de sus enamoradizos caballeros por quienes suspiran las damas que sabrán mantenerles a distancia con su verbo fácil y sus artimañas certeras.

La Princesa de Francia acude como embajadora de su padre el Rey, a solicitar un acuerdo referente a la Aquitania.

Quiere la fatalidad -y la mala cabeza- que el Rey de Navarra, impulsado por el noble afán de mejorar, se haya autoimpuesto la obligación de estudiar tres largos años, con la compañía de sus caballeros, comprometidos en el empeño, dictando una ley que impedirá a toda la Corte ver a mujer alguna y tomar alimentos un día a la semana; alimentándose con una sola comida al día y durmiendo escasas tres horas. Todo ello por el empeño de convertir la Corte en una especie de Academia de la Filosofía.

La presencia de la Princesa provocará de inmediato la evidencia de la imposibilidad de mantener las normas juramentadas por el Rey y sus caballeros, aunque el monarca se resiste a dar su brazo a torcer, obligando a la regia visitante a pernoctar fuera de la Corte, al raso. El primer encuentro entre el Rey y la Princesa (recordemos, en plena campiña, a las afueras de la Corte) deja bien a las claras la forma en que Shakespeare presentará a la mujer:


Rey.- ¡Bella Princesa, bienvenida seáis a la Corte de Navarra!

Princesa.- Lo de "bella" os lo devuelvo, y lo de "bien venida" no lo soy aún. El techo de esta Corte es demasiado alto para que os pertenezca, y una hospitalidad en los campos desiertos, demasiado indigna para mí.

A partir de aquí, la guerra está servida: una guerra de sexos incruenta físicamente en la que el ingenio será arma arrojadiza que la mayoría de los casos producirá bajas en los cortesanos navarros. Cupido hará acto de presencia para incrementar la desazón de los conjurados a una vida casi monástica y causará su perjurio al romper, primero oculta y luego claramente, su juramento de no ver ni tratar mujer alguna.

El ingenio de Shakespeare brilla ya en esta su primera comedia transcrita al papel, aún en su traducción no versificada (por imposible mantener la belleza del verso) y de repente nos hallamos con algún párrafo "serio" colocado con verdadera elegancia en un texto en conjunto humorístico:

(La Princesa, mientras espera la comitiva real, se apresta a cazar un gamo. Las mujeres de la nobleza de la época cazaban igual que los hombres)

Princesa.- .../... ¡Oh herejía en el juicio de lo bello, que tan bien cuadra a los tiempos actuales! La mano que da, por fea que sea, tendrá siempre un bello elogio. ¡Dadme el arco! Ahora la bondad va a matar, y, en consecuencia, tirar bien será cumplir una mala acción. Heme aquí segura de salvar mi reputación de cazadora. Si yerro el golpe, se achacará a mi piedad. Si doy en el blanco, mi destreza se atribuirá más al deseo de atraerme cumplidos que al placer de matar. ¡Y esto es lo que, sin disputa, viene a acontecer en el mundo! La gloria engendra crímenes abominables cuando, para alcanzar el renombre y conseguir el elogio, cosas bien vanas, nuestro corazón realiza esfuerzos imposibles. Así yo, únicamente por ser alabada, voy a esforzarme en verter la sangre de un pobre gamo al que mi corazón no profesa mal.

La colaboración de los personajes secundarios será cabal en el desarrollo de la trama que de inmediato se descubrirá como antesala de las muy posteriores comedias de vodevil, demostrando, una vez más, que casi todo está ya inventado: cartas a enamoradas que se cruzarán por incompetencia del mensajero, bufón de la corte, evidenciarán el perjurio cometido y la resolución de anular el compromiso juramentado. Rey y cortesanos inventarán una artimaña para sorprender a sus queridas enamoradas pero éstas, advertidas, les darán oportuna réplica y les darán vuelta al calcetín, dejándolos en ridículo.

La mujer vence, machaca y ridiculiza al varón. Dos frases:


Rosalina.- ¡Jesús! mejores cerebros se hallarían bajo simples gorros estatutarios. Pero ¿queréis oírlo? ¡El rey es mi amante jurado!

Princesa.- ¡El vivaracho Berowne me ha prometido felicidad!


--------------

Rey.- Berowne, van a cubrirnos de vergüenza. No los dejéis acercarse.

Berowne.- Estamos a prueba de vergüenza, señor; y parece político dar a estas damas un espectáculo peor que el Rey y sus compañeros.


Esta lid amorosa entre ambos grupos sería impensable con posterioridad, al presentar al varón en franca derrota ante las armas femeninas. Una batalla entre sexos que cobre sus víctimas en el lado de los varones es incluso hoy una excepción atendida como "moderna" pero Shakespeare la planteó de forma excepcional hace siglos; sorprende que los movimientos feministas no se hayan percatado de la inagotable fuente clásica donde beber agua ingeniosa que permitirá a las damas manejar a su antojo a sus prometidos, finalizando el Bardo la lucha mediante un aplazamiento impuesto por las féminas, en parte motivado por las circunstancias (el fallecimiento del Rey de Francia obliga el retorno) pero también con la reprimenda a sus caballeros de haber sido tan livianos en su voluntad que por causa de ellas mismas, han perjurado, rompiendo su compromiso, obligándoles a realizar diversos empeños durante el año de luto que piensan iniciar, dejándoles compuestos, tristes y anhelantes.

William Shakespeare ha presentado sus armas: con su espléndido verbo y su enorme facilidad para componer el personaje en base a réplicas y contra réplicas, tomamos conciencia de lo que ocurre en la batalla amorosa entre hombres y mujeres; es una comedia en la que el protagonismo se reparte en tres grupos: las mujeres, los varones, y los arquetípicos característicos shakesperianos dotados de rasgos humorísticos bien por su ingenio bien por su fatua o declarada ignorancia. Es lo que hoy denominaríamos una "comedia coral", ya que no hay personaje que brille muy por encima de los demás: aunque haya un monólogo a cargo de Berowne, la carga se reparte entre todos. Claro que es una carga leve, agradable de soportar por los hombros de cualquier actor que se precie, disfrutando el espectador -en este caso lector- de una muy buena comedia clásica, intemporal.




6 comentaris :

  1. Magnífica "apertura", compa Josep, para meternos en materia (en calor no hace falta, que ya aprieta aquí bastante...). Ahora, a esperar al resto...

    Un fuerte abrazo.

    ResponElimina
  2. Muchas gracias, Manuel: ya ves que he seguido tu consejo de inmediato.

    Veremos cómo funciona... ;-)

    Un abrazo.

    p.d.: me faltó colocar: no se pierdan el siguiente capítulo... :-) :-)

    ResponElimina
  3. Esperaré ansiosa el siguiente capítulo, Josep. He de reconocer que es una de las obras que me parecen mas flojas de Shakespeare y que da la sensación como inacabada, ya que todas las parejas acaban separándose precipitadamente. De todas maneras, me parece mucho mejor la guerra de sexos de Mucho ruido y pocas nueces o La fierecilla domada, y es que Shakespeare era mucho Shakespeare

    ResponElimina
  4. Buenas Josep,

    desconozco esta obra de Shakespeare pero aún así, gracias por tu magnífico comentario, siempre es un placer leerte! :)

    saludos!

    ResponElimina
  5. No olvides, Alicia, que esta es una de las primeras comedias de Shakespeare; aún así, ten por seguro que no está inacabada; choca que las cuatro parejas acaben no separadas pero sí en un lapso temporal alejadas, pero ello redondea la presentación de las féminas como decisorias de la relación y los varones acatándola muy a su pesar.
    Por eso mismo es especial esta comedia, ya que en las otras el resultado es punto más favorable a los de mi género.
    Saludos.

    ResponElimina
  6. Bones, Marchelo: veo que has cambiado de look... :-)
    Gracias por tus amables palabras.
    Podrías aprovechar el estío para darle un vistazo: puede que te divierta, aunque leer teatro no gusta a todo el mundo.

    Saludos.

    ResponElimina

Los comentarios son lo mejor del blog. ¡Gracias de antemano por tu colaboración!
(Comentarios publicitarios son borrados sin dudarlo.)

Print Friendly and PDF
Aunque el artículo sea antiguo, puedes dejar tu opinión: se reciben y se leen todas.