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dilluns, 8 de març del 2010

Mucho pelo y pocas ideas




En el mundillo (submundo, dicen algunos) de la bloguería cinéfila suelen hallarse a menudo afirmaciones tendentes a despreciar la necesidad de realizar nuevas versiones de películas ya conocidas y se usa para designar tal práctica desde el vocablo anglosajón "remake" hasta el más castizo refrito, éste albergando en su concepción una adjetivación despectiva cuando no directamente denigrante.

Como en todo en esta vida, siempre hay excepciones: uno piensa que esas revisiones cinematográficas no son malas de forma intrínseca y que, además, algunas películas, por su continente, quizá merecen una afortunada revisión con las nuevas técnicas que eran impensables en el momento de rodarse el original a versionar.

El género de terror, fantástico y gótico es en mi opinión perfecto para aplicar esas nuevas técnicas, ya que las formas han avanzado mucho en diversos aspectos tales como el maquillaje y los trucos cinematográficos se acercan mucho más a la realidad aparente de una fantasía; es evidente que los efectos especiales, en sí mismos, no son malos.

Supongo que alguien pensará: ¡vaya perogrullada!

Pues sí, pero me sirve de preámbulo.

Hace ya muchos años, en 1941, se presentó una película basada en el tema de la licantropía cuya antigüedad y complejidad supera con creces incluso al mito del vampirismo.

El guionista Curd Siodmak escribió su guión y la película, titulada The Wolf Man, se convirtió en un clásico del cine de terror en una época transitada por reales terrores bélicos; ese guión contiene una serie de metáforas muy bien planteadas que consiguen elevar la calidad del resultado final en un producto de escaso presupuesto y ajustado talento.

Una película que, a priori, con los medios de producción actuales, podría tener una revisión afortunada y constituirse en un éxito del siglo que vivimos.

Eso debió pensar el actor Benicio del Toro cuando decidió poner sus dineros como productor, pero no tuvo en cuenta a la hora de invertir sus ahorros que debía ser cuidadoso con las personas a las que confiarlos.

Porque después de una azarosa preproducción repleta de renuncios y obstáculos así como retrasos en su presentación al público, lo que pretendía ser una revisión moderna ha acabado en ser un refrito titulado en castellano como el original El Hombre Lobo (algo distinto en inglés, The Wolfman, 2010)


No es ésta por desgracia la primera ocasión (ni será la última, me temo) que una buena idea se pierde al intentar remozarla: con toda seguridad si los productores hubieran decidido simplemente seguir el estupendo guión de Siodmak, habrían conseguido a un tiempo dos cosas bastante importantes, a saber:

a) Contar con un guión sólido y bien escrito, y

b) Ahorrarse el sueldo de un par de bien pagados guionistas, Andrew Kevin Walker y David Self quienes, contando en su historial de guionistas con alguna pieza apreciable, han cometido una sarta de errores de tal calibre que inducen a pensar que están en franco declive.

Si únicamente hubieran decidido rodar de nuevo, con los medios actuales el mismo guión, seguro que el resultado sería mucho mejor de lo que ha sido.

Porque la historia adolece de la falta de complejidad esperable en torno al mito del licántropo y los personajes que se nos muestran en la película dirigida por Joe Johnston son casi planos de solemnidad: bien sea por el guión, bien por la falta de pericia de Johnston de rodar escenas que no sean de pura acción, nos hallamos ante una versión vitamínica del hombre lobo con persecuciones, dentelladas, zarpazos y tiros pero sin el hálito de la maldición angustiosa y el amor supuestamente redentor de la misma que anima otras películas que han tratado el personaje tan conocido en la historia de la cinematografía.

Johnston consigue una ambientación gótica muy eficaz aunque demasiado opresiva ya que con un mal uso de la elipsis obvía las transiciones soleadas que permiten mayor ominosidad en las noches de luna clara que, además, rellena de niebla buscando la oportunidad del algún susto fácil que acaba siendo risible ya a la tercera ocasión en que el aumento de volumen precede a la súbita imagen.

Es un miedo de pacotilla, de castillo encantado de parque de atracciones infantiles. ¡Uh!¡Uh!

Nada de terror anímico etimológicamente representado por la angustia del protagonista al saberse maldito: nada de la pulsión malévola de la progenie ni excitación apasionada sádica y sexual que en otras películas de antaño hemos podido ver.

Si es una innovación, lo es por su carácter ligero, embrollando la trama con personajes innecesarios que en sus frases albergan continuos errores de lógica que destruyen la apariencia de una fantasía mitológica siempre interesante y sujeta a múltiples interpretaciones por debajo de una apariencia formal de cuento de terror.

La original, de metraje bastante más reducido, cuenta más cosas: en esta versión se incluye un personaje detectivesco que más bien da pena y desde luego la penuria de los diálogos escritos por ese par de bien pagados sujetos puede con los esfuerzos del elenco encabezado por un Benicio del Toro que parece fuera de lugar más que atormentado, una damisela incierta representada casi de forma pusilánime por Emily BLunt y un Anthony Hopkins cada vez más devaluado que presta su imagen -ya que no su arte, apenas perceptible- a un producto que pasará a la historia del cine como una muestra más del error de acometer una revisión intentando remozar un buen guión dejándolo en manos de quienes deberían tener la honradez de reconocer que no saben ni pueden mejorarlo en modo alguno.

Da la sensación, además, que ninguno de los que han intervenido ha acabado satisfecho con su trabajo: el montaje, obra del casi siempre eficiente Walter Murch, parece propio de novatos, con esas escenas que abruptamente intentan asustar; la música de Danny Elfman no tiene fuerza evocadora del mito y la fotografía de Shelly Johnson, con ser eficaz en sus penumbras nebulosas, acaba por resultar cansina, reiterativa y mediocre.

Una vez más, queda demostrado que si bien la apariencia ayuda a entretener, lo que más importa es el contenido: dicho de otro modo, por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda.

En definitiva, una película innecesaria, aburrida y previsible, por culpa de un guión nefasto.

Traíler:





14 comentaris :

  1. Mucho pelo, sí; en concreto el que nos han tomado con esto...
    Saludos.

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  2. Y es que lo que falta son remakes no de películas, sino remakes de talento

    Una abraçada

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  3. O se hace bien o solo queda el pelo y el aullido ( voz triste y prolongada de ciertos animales y/o
    personas )....:-(

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  4. Yo creo, Alfredo, que Benicio se tomó la cosa con interés y se le fue de las manos: parece que ha habido múltiples versiones, tantas como montajes, intentando salvar los buques, y al final se ha quemado todo.

    Quiero decir que ha sido un fiasco inesperado y no un caso de tomadura de pelo a conciencia como por ejemplo la última de Indy, mucho más grave, en mi opinión.

    Saludos.

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  5. Remakes y talento, Alma, son oximorón por definición casi siempre...

    Una abraçada.

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  6. Bien visto, Abril: en este caso, sólo queda el pelo y algún aullido risible a la luna llena sobre Londres...

    Saludos.

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  7. Si ya lo has dicho todo, y lo has dicho bien; ¿qué narices voy yo a comentar sobre esta monstruosidad?.

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  8. ¡Ay, Raúl! ¡No me digas que la viste! Si es así, siento llegar tarde en el aviso a incautos que pretendía...

    Saludos.

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  9. No, tranquilo, querido mío. Siguiendo con mi especial sentido para detectar cositas de éstas, es una de las que jamás iría a ver. Lo de monstruosidad, lo he escrito porque me he dejado llevar. Lo siento.
    Sonrío.

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  10. Me alegro, Raúl, de tu sensatez y oportunidad; como yo sólo tengo un cine cerca, veo casi todo lo que no suene a priori como demasiado infantil y ahí caí de cuatro patas....

    Saludos.

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  11. Ay, Josep¡...de verdad que no comprendo como te molestas en ver cositas como ésta. ¿No te sentaría mejor a tu humor y a tu optimismo unas buenas copitas y una buena charla, aunque sea con el bueno de tu perrito?
    No, no me pongas excusas ni otrs gaitas. Lo que no es no es. Punto.
    Un abrazote.

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  12. A decir verdad, Antonio, no pensaba que iba a ser tan mala; hacía tiempo que no veía "una de miedo" y pensé que sería una buena ocasión, pero me equivoqué; y ya que tragué el sapo, me dije: pues otra para la sección "especializada"....

    Un abrazo.

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  13. Estoy a favor de los remakes... ahora que el cine cuenta con nueva tecnología y los ordenadores como factoría de efectos especiales, algunas películas pueden resultar verdaderas maravillas ...sin denostar las versiones antiguas.

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  14. Lo malo, Tesa, es que en demasiadas ocasiones la maravillosa tecnología digital carece de manos inteligentes que la manejen y se quedan en fachada, olvidando que lo importante es disponer de una buena historia bien contada.

    Saludos.

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